DIEGO MARTÍNEZ BARRIO
(8 de octubre al 15 de diciembre de
1933; del 18 al 19 julio de 1936)
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Diego
Martínez Barrio (1883-1962) iniciado en 1908 en la logia sevillana Fe nº 261
y Gran Maestre del Gran Oriente Español en 1931. Diputado,
Ministro y Presidente del Gobierno |
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De los diez jefes de Gobierno español
hasta 1936, de los que consta su filiación masónica, Diego Martínez
Barrio es el más coherente y constante, ya que su militancia duró con
rara fidelidad desde su iniciación en 1908 hasta su fallecimiento en
1962.
En el terreno político, Martínez
Barrio fue presidente del Gobierno en 1933, tan sólo entre el 8 de
octubre y el 15 de diciembre; presidente de las Cortes en 1936,
presidente interino de la República ese mismo año del 8 de abril al 11
de mayo, nuevamente presidente de Gobierno el 18 al 19 julio de 1936
y, finalmente, presidente de la República —a raíz de la dimisión de
Azaña— del 27 de febrero al 1 de abril de 1939, y, después en el
exilio, de 1945 a 1962. Previamente, en 1936 volvió a ser presidente
de las Cortes, presidencia que continuó en el exilio hasta el año
1945. Se dieron, pues, en él unas circunstancias que raramente
coinciden en un político: el haber desempeñado las tres presidencias
superiores del Estado.
Nació en Sevilla el 25 de noviembre de
1883. Su padre era albañil y su madre vendedora en el mercado. A los
diez años empezó a trabajar, primero en una panadería, luego como
aprendiz tipógrafo, y más tarde como empleado en el Matadero de
Servilla, donde permaneció hasta 1910.
Fue en este periodo de su vida cuando
el 1 de julio de 1908, a la edad de veinticinco años, se inició en la
logia sevillana Fe n.º 261 del Gran Oriente Español, adoptando
el nombre simbólico de Justicia. En el año 1912 figura Martínez
Barrio en la logia Germinal n.º 306 de Sevilla, en la que
solicitó, el 30 de mayo de 1912, el cambio de su nombre simbólico por
el de Vergniaud. Dos años más tarde, Martínez Barrio pertenecía
a la logia Isis n.º 350, en la que ejerció de Venerable Maestro
de 1914 a 1915. En 1918 era miembro de la logia Isis y Osiris n.º
377 con el grado 4.º, alcanzando el grado 30 en 1923. La logia
Isis y Osiris n.º 377, adscrita al Gran Oriente Español fue el
fruto de la fusión en una sola logia de las logias Germinal,
Isis, Joven Andalucía, Adelante, Luz de Oriente
y Hermes. La última era independiente o «salvaje» y las cinco
primeras procedían de la efímera Federación de la Gran Logia Simbólica
Regional Andaluza, también conocida como el Gran Oriente de Málaga. En
los periodos 1915-1918 y 1920-1922 fue Venerable Maestro.
Posteriormente lo encontramos en las logias —siempre de Sevilla—
Trabajo n.º 12 (1924-1927), Occidente n.º 38 (1927-1928), y
España y Trabajo n.º 42 (1928-1936). Para entonces, Martínez
Barrio era ya grado 33. Desde 1923 ejerció el cargo de Gran Maestre de
la Gran Logia Simbólica Regional del Mediodía.
Por estos mismos años, Martínez Barrio
se iniciaba también en sus actividades políticas, movido por las
injusticias sociales de la Andalucía, fundando un rudimentario
semanario republicano titulado Trabajo. En 1905 era elegido
concejal republicano del Ayuntamiento de Sevilla, donde permaneció
hasta 1913. Martínez Barrio, miembro en el Ayuntamiento de la Comisión
Organizadora de la Exposición Hispano-americana,
programada para el 12 de octubre de 1928, propuso en
la V Asamblea Nacional Simbólica del
Gran Oriente Español, celebrada en 1926, que se celebrara un Congreso
Masónico Iberoamericano en el que «abordaran y trataran los temas que
tienen relación con el estado actual de las masonerías
iberoamericanas». Fue precisamente en 1923 cuando el Gran Oriente
Español se descentralizó reorganizándose, a iniciativa de Martínez
Barrio, en sentido autonomista, constituyéndose seis Grandes Logias
Regionales.
Ya por entonces pensaba que era
necesario que la masonería volviera a sus antiguos fueros,
profundizando en el estudio filosófico y esotérico de sus rituales
como «manantial inagotable». Martínez Barrio censura a la masonería de
su época el que “Le ha faltado unidad de acción, fe en sí misma y en
los destinos de la Orden, y aunque mediante la ceremonia y el rito
daba la palabra de paso y la palabra sagrada, dejaba que una y otra
carecieran de sangre, de nervios y de verdadera vida… Por desgracia
hay un número considerable de masones que, alejados por completo de
tales estudios, confunden las logias con vulgares asociaciones
políticas, o se sienten desilusionados porque en la práctica no
responde la masonería al juicio preconcebido que ellos tenían sobre el
tema y que no se han cuidado previamente de contrastar… En la
masonería no hay religiones, no hay partidos, no hay nacionalidades,
no debe haber, por consiguiente, discordias ni guerras… la masonería
cristiana o atea, socialista o ácrata, burguesa u obrera, son
ficciones creadas por mentes en desequilibrio que desconocen el
fundamento esencial del masonismo” (Archivo General de la Guerra
Civil, Salamanca. Expediente personal de Diego Martínez Barrio.
Documento n.º 17, Sevilla, 18 de julio de 1923).
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Diego Martínez Barrio con un grupo
de Hermanos masones (1930) |
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Durante la dictadura de Primo de
Rivera las logias sirvieron de refugio de «todos los hombres libres,
amantes del progreso y de la libertad», en palabras del propio
Martínez Barrio. De esta forma, vivió entre la persecución y la
tolerancia, sin criterios ni reglas fijas, lo que hizo que el propio
Martínez Barrio acabara en la cárcel por unos días, como tantos otros
dirigentes de la masonería española. La oposición al dictador se fue
haciendo cada vez más patente a través de iniciativas como la del
Pacto de San Sebastián, de donde surgió el Comité Revolucionario
presidido por Alcalá Zamora. Martínez Barrio, fue de los que firmó,
junto a Alcalá Zamora, Lerroux, Azaña, Prieto, Fernando de los Ríos,
Largo Caballero y Álvaro de Albornoz el famoso manifiesto
antimonárquico y republicano dirigido a los españoles en el que se
decía que venían «a meter la Monarquía en los archivos de la Historia
y a establecer la República sobre la base de la soberanía nacional».
Fue entonces cuando José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón
Pérez de Ayala fundaron el grupo de intelectuales al servicio de la
República. Los fracasos de las sublevaciones de Jaca y Cuatro Vientos
obligaron a salir al exilio a los firmantes del manifiesto y, entre
ellos, a Martínez Barrio que se refugió en Hendaya.
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Álvaro de Albornoz Liminiana (Luarca,
Asturias, 13 de junio de 1879 - México, 22 de octubre de 1954)
licenciado en Derecho, diputado en las Cortes, ministro y primer
Presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales. Ya en su exilio
en México fue Jefe del Gobierno republicano en el exilio de 1947 a
1949 y de 1949 a 1951.En la foto, Victoria Kent flanqueada por el
presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora y Álvaro de Albornoz,
en Madrid en 1931, de pie: Francisco Largo Caballero y Miguel Maura |
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Las lecciones de abril de 1931
desembocaron en la proclamación de la República, siendo nombrado
Martínez Barrio ministro de Comunicaciones. El Gran Oriente Español
elegía en 1931 a Gran Maestre Diego Martínez Barrio. Los otros cargos
de la Comisión Permanente del Gran Oriente Español, designados,
fueron:
Primer Vicepresidente: Marcelino
Domingo, ministro de Instrucción Pública.
Segundo Vicepresidente: Rodolfo Llopis,
director general de Primera Enseñanza.
Gran Orador: Emilio Palomo, gobernador
de Madrid.
Vocal primero: Fernando de los Ríos,
ministro de Justicia.
Vocal tercero: Pedro Rico López,
alcalde de Madrid.
Vocal quinto: Demófilo de Buen,
consejero de Estado.
La presencia de tantos políticos en el
órgano directivo de la masonería española hace pensar que con la caída
de la Dictadura hubo una especie de simbiosis entre la República y la
masonería. De hecho, el Boletín Oficial del Supremo Consejo del
Grado 33, en su número de junio de 1931, se expresa con claridad
en uno de sus apartados: «Nuestra misión es conservar la República
limpia de todas las mezquindades partidistas. Antes que nada aspiramos
a ser hombres puros y perfectos. Sólo en la religión del amor, con los
dogmas de la fraternidad, de la justicia y del bien, podemos coincidir
todos; y como ése es el terreno común, ahí tenemos que encontrarnos.
Nada de política en los templos. Hoy menos que nunca. Todo idealidad y
doctrina, hoy más que siempre».
Este intento por mantener la unidad
masónica por encima de las diferencias políticas surgidas no ya sólo
entre los partidos republicanos, sino entre los mismos ministros
masones, era sumamente difícil de conseguir si tenemos en cuanta que
de los 29 miembros del Gran Consejo Federal Simbólico del GOE elegido
en 1931, ocho eran diputados radicales, cinco radical socialista, tres
socialistas y uno de Acción Republicana. Otro tanto podríamos decir de
los ministros masones del primer Gobierno provisional republicano,
pues Lerroux (Estado) era del PR, Fernando de los Ríos (Gracia y
Justicia) del PSOE, Casares Quiroga (Marian) ORGA, Álvaro de Albornoz
(Fomento) y Marcelino Domingo (Instrucción Pública) PRRS, Diego
Martínez Barrio (Comunicaciones) PR, y al año siguiente, Manuel Azaña
(Guerra) AR, ejemplo bastante claro de la escasa unidad de
planteamientos republicanos dentro de los masones que ostentaban las
máximas responsabilidades políticas. Esta falta de sintonía entre los
líderes masones se volverá a manifestar a raíz de las elecciones de
1933. Por un lado estaba Lerroux con una cada vez más clara tendencia
conservadora, y por otro Azaña, Casares Quiroga y Marcelino Domingo,
fragmentados en tres partidos diferentes, y el ala izquierda del
Partido Radical, cuyo líder más destacado era el presidente del
Gobierno, Martínez Barrio.
Martínez Barrio ocupó el Ministerio de
Comunicaciones, luego el de Gobernación y el de la Guerra por dos
veces. Y, a raíz de la crisis de 1933, el 8 de octubre se hacía cargo
de la Presidencia del Consejo de Ministros, compatibilizando los dos
máximos cargos, el político de jefe del Gobierno español y el masónico
de Gran Maestre del Gran Oriente Español. Con motivo de su ruptura con
el también masón Alejandro Lerroux, Martínez Barrio, dimitió del
Gobierno de aquél y poco después como Gran Maestre, para dedicarse en
exclusiva a la política. En esta ocasión, Martínez Barrio pronunció
las siguientes palabras: «Voy a hacer política activa y de combate; si
fracaso, no quiero arrastrar conmigo a la masonería; si triunfo, la
masonería triunfará conmigo». De esta forma, renunciaba al cargo de
Gran Maestre para fundar el partido político Izquierda Republicana.
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El Gran Maestre
Diego Martínez Barrio
en
la XII Asamblea del
Gran Oriente Español
(Barcelona , 1933) |
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Presidente de las Cortes en 1936, tuvo
que hacerse cargo a raíz de la dimisión de Azaña, de la Presidencia
interina de la República. En los días 18-19 de junio intentó sin éxito
constituir un Gobierno de reconciliación nacional que evitase la
guerra. Tras ésta, marchó a México y en su calidad de presidente de
las Cortes del Frente Popular ocupó la Presidencia de la República en
el exilio hasta su muerte en París, en 1962. En su exilio de México,
en 1941, Martínez Barrio fue condenado por el Tribunal de Represión de
la Masonería y Comunismo a treinta años de reclusión mayor e
inhabilitación absoluta y perpetua.
Con relación al papel desempeñado por
la masonería durante la
República, Martínez Barrio es
tajante: “La Masonería española no tuvo, como tal, en ningún momento,
desde que se implantó la República, fuerza, autoridad, intervención en
los negocios del Estado. Los aciertos de la República, a la República
le corresponden, no a la Masonería. Los errores de la República a los
partidos republicanos, a los partidos que le gobernaron les
corresponden también, desde la base hasta el remate, y no a la
Masonería, porque la Institución masónica estuvo alejada, quizá por su
propia voluntad, pero estuvo alejada, y jamás influyó en la dirección
de los negocios públicos” (Diego Martínez Barrio, «La Masonería fuente
de libertad y democracia», Cuaderno de Cultura Masónica,
Habana, 1 (1940), pp. 4-5).
Frente al presunto protagonismo de la
masonería en la Segunda República es bastante sintomática la división
política existente entre los primeros masones españoles. Pues en las
Constituyentes de 1931 los partidos políticos que más diputados
masones tenían en sus filas eran los radicales con 48, los socialistas
con 44, los radicales-socialistas con 34, Acción Republicana con 14,
Esquerra Republicana de Cataluña con 10 y Federación Republicana
Gallega con 7.
Extractado de: José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de Gobierno
Masones. España 1868-1936, Madrid, 2007, pp. 253-297.
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